ABA llegó a mis oídos hace ya bastante
tiempo a través de una excelente compañera de profesión que lleva años
dedicándose en cuerpo y alma a ésta terapia.
Al principio me sonaba extraño, y
sinceramente no comprendía mucho en qué consistía, pero ahí mantuve hibernando esa
inquietud por saber, por profundizar en sus bases.
Así fue que yo me fui especializando
en el ámbito de la Intervención Familiar, y a lo largo del camino, en los
diversos proyectos en los que he tenido la oportunidad de trabajar, he ido
identificando que una de las mayores dificultades con las que se encuentran las
familias con niños/as, con o sin TGD, son los problemas de conducta.
Mientras tanto, y de forma paralela,
he seguido escuchando atentamente las historias y los avances que mi buena
compañera va consiguiendo con ésta terapia, así que hace poco decidí dar un
paso más, y adentrarme en éste complejo mundo de niños con TGD que reciben la
terapia ABA, para conocer desde bien cerquita sus bases, su fundamento, su
aplicación y sus ventajas.
La cuestión, es que como profesional
me considero completamente multidisciplinar, lo cual hizo que al aterrizar en
ABA, me surgieran infinidad de preguntas: ¿Cómo distingues
algunas estereotipias (como correr) de un comportamiento funcional?, ¿Es
posible no conocer el antecedente de la conducta e intervenir igualmente?, ¿Podemos
eliminar sus rigideces?, ¿Interfiere el
plano afectivo/emocional en su conducta?. ¡Demasiadas preguntas!.
Algunas de éstas preguntas y muchas
más que me han surgido y me seguirán surgiendo, he tenido la oportunidad de
responderlas a través de éste gratificante periodo formativo, otras, espero que
me las pueda ir dando la experiencia.
Pero de las cosas que he aprendido, si
hubiera una respuesta común a todas, es qué cómo en cualquier caso de
intervención, es fundamental conocer bien al niño/a, sus características, y a
ser posible conocer también su entorno, su dinámica familiar, etcétera.
Al mismo tiempo, es imprescindible
partir de la base de que los niños/as con TEA, aunque poseen una gran
variabilidad en sus características intrapersonales (como todos los niños/as) comparten por lo general, una serie de
características comunes: existencia de rigideces, ausencia del mantenimiento
ocular, etc. Por lo que a la hora de intervenir,
debemos partir de dichas características y no tratar de generalizar aspectos
que pudieran ser comunes a los demás niños/as en su misma etapa del desarrollo.
Otro factor de éxito para
el desarrollo de la terapia, es la implicación de la familia en la misma. Qué
exista congruencia entre lo que las terapeutas trabajan en las sesiones, con lo
que hagan padres, madres y familiares en la vida diaria del niño/a es esencial
también para que las habilidades que los niños y niñas van aprendiendo, se
mantengan a lo largo del tiempo, y sean reforzadas de manera adecuada.
En definitiva, son muchos los avances
que he podido observar en muy poco tiempo. Desde aumento de habilidades en
interacción social, lenguaje y mantenimiento ocular, adquisición de nuevas
habilidades como montar en bicicleta, control de esfínteres, alimentación, etc.
Desde mi punto de vista, el
seguimiento individualizado de cada uno de los casos, y la dedicación conjunta
entre el niño/a, la familia y el/la terapeuta, y la constancia hacen que ABA
sea sin lugar a dudas una terapia de lo más gratificante y efectiva.
Observar los pequeños avances que van
realizando los niños en cada una de las áreas, que te devuelvan una mirada de
juego, una sonrisa…. es una satisfacción que no se suple con nada.
¡Gracias por la experiencia!
Marta
Bravo Rojo
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