Es lógico, que como padres, nos guste disfrutar de la compañía de nuestros hijos/as en la cama, y que ellos busquen y prefieran vuestra cercanía por múltiples motivos: protección, afecto, miedos, etc... pero ¿qué ocurre cuando esto se convierte en una costumbre?, muchas veces nos encontramos casos de familias que nos comentáis, que lo que empezó siendo algo ocasional, ha terminado siendo un hábito que resulta muy difícil de quitar y más para los niños/as con autismo a los que una vez establecida una rutina, tienen más dificultad para cambiarla.
Hemos recopilado una serie de pautas para ayudar a que el niño/a duerma en su cama:
- Preparar el terreno para que el niño vaya a dormir. Se pueden prevenir interrupciones del sueño durante la noche si se llega a la cama con la digestión hecha, se evitan comidas copiosas y actividades físicas estimulantes, se modera la ingesta de líquidos y se crea un entorno agradable (temperatura templada, cama cómoda).
- Fomentar cierta rutina a la hora de ir a dormir ayuda a que el niño/a pueda anticipar lo que ocurrirá antes de que se produzca la separación para irse a la cama. Ponerse el pijama, lavarse los dientes, contar un cuento, cantar una misma canción, caricias, besos y mimos. De esta manera, se ayuda a que el niño/a aprenda a diferenciar cuando es el momento de estar con los adultos y cuál es la hora de irse a la cama.
- Objetos que tranquilizan. Un osito muy querido, una foto de papá y mamá, una mantita muy suave, un atrapasueños, o dejar la luz encendida, pueden ayudar a los niños a relajarse cuando se queden a solas en la habitación.
- Evitar ceder la cama. Si ante temores, pesadillas, despertares por diferentes motivos (malas digestiones, sed, necesidad de ir al baño) el niño/a acude a la cama de los padres y se lo permiten, se transmite el mensaje de que es posible dormir con ellos en determinadas circunstancias. De este modo, existe el riesgo de que el niño/a adopte el hábito de dormir con los padres.
- Fomentar la autonomía del niño/a a lo largo del día. Resulta positivo ayudar a los niños a hacer actividades propias de su edad por sí mismos (vestirse, comer, ordenar su habitación) para que adquieran autonomía y confianza en sus propias capacidades. De esta manera se previene el exceso de dependencia en los pequeños, lo que aumenta su tolerancia a la hora de dormir solos.
- Retirar los apoyos a la hora de dormir solos de manera progresiva. Es recomendable avanzar paso a paso hacia la meta de que los pequeños duerman toda la noche en su habitación. Existen varias opciones en este sentido, como en el caso de la transición de tumbarnos con el niño/a a sentarnos a su lado, acordar un tiempo para despedirnos o quedarnos un rato en la puerta, en lugar de todo el tiempo a su lado.
- Analizar y detectar si existen en la vida del niño/a factores de estrés o biológicos de carácter significativo que dificulten su tranquilidad e incidan en que no pueda conciliar el sueño al quedarse solo. Si así fuera, se recomienda realizar consulta a un especialista para poder mitigarlos.
- Crear momentos de unión en familia fuera del dormitorio. Si la separación del grupo familiar es la dificultad para renunciar a ese momento para irse a la cama, puede resultar útil para superarlo crear estos ratos en otro lugar de la casa antes de ir a dormir, como en el sofá. De ese modo, el hecho de dormir separados no supone una renuncia a los momentos de unión y afecto familiares.
- Confiar en que el niño/a lo conseguirá y darse cuenta de la importancia de que nuestro hijo/a crezca. La actitud de confianza de los padres con sus hijos es clave para transmitirles que son capaces de dormir solos.
- Favorecer un vínculo positivo con los niños. El exceso de inseguridad y temores puede deberse a que la relación de apego con los progenitores esté establecida de forma inadecuada. Por ello, los padres pueden plantear formas de favorecer una vinculación sólida y segura con sus hijos, que les permita explorar el mundo y estar tranquilos en su cama para abandonarse al sueño.
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