Casi nadie te habla de la terapia ABA
cuando a tu hijo le diagnostican TEA, es más, sueles perder unos meses
preciosos, si no años, intentando identificar o etiquetar qué es exactamente lo
que le pasa a tu hijo. Sin embargo, lo importante es ponerle a trabajar, cuánto
antes. Esos meses son precisamente los más importantes para que consiga
avanzar. Entre los 0 y los 6 años transcurre la etapa más importante en el
desarrollo del cerebro del niño, y por tanto, es el tiempo imprescindible para
actuar, sea cuál sea el trastorno.
Por suerte, nosotros habíamos oído hablar
de la terapia ABA en el momento preciso y decidimos que eso era exactamente lo
que necesitaba nuestro hijo. Si las personas que se dedican a valorar a los
niños supieran realmente en qué consiste esta terapia la recomendarían sin
pensarlo dos veces, pero por desgracia el desconocimiento hace que incluso
lleguen a desaconsejártela. No fue nuestro caso, en nuestra decisión no cabía
argumento en contra, sabíamos de primera mano los resultados que se pueden
conseguir.
Nuestro hijo no tenía ni
dos años cuando comenzó a ir a terapia con Ingrid y Paloma. Había perdido el
lenguaje, no hablaba (aunque antes ya había dicho sus primeras palabras),
aleteaba constantemente, andaba de puntillas, no mantenía contacto visual, no
respondía a su nombre, no señalaba y un sin fin de cosas más. Es decir, tenía
un retraso madurativo significativo. Parecía estar rodeado de una burbuja
invisible que le impedía avanzar.
En tan sólo dos meses de terapia aquella
burbuja explotó y el pequeño comenzó a avanzar poco a poco nuevamente. Lo hizo
lentamente al principio, pero de forma muy clara y evidente, tanto que en poco
tiempo comenzó a emitir sonidos de nuevo. Fueron muchas horas de trabajo y
muchos momentos de frustración.
Sin embargo, cuando empezamos a tomar
conciencia de lo acertada que había sido nuestra decisión intensificamos la
terapia y llevamos a nuestro hijo todas las horas que nos fue posible. Fue
duro, especialmente para él porque tan pequeño parecía sometido a una jornada
de clases más larga de lo normal, pero era su mejor oportunidad. Además, él
adoraba a sus terapeutas y durante la terapia estaba feliz, disfrutaba de la
gran mayoría de las actividades que realizaba, aunque otras le costaran más.
Ahora, tras varios años de terapia sabemos que fue la mejor decisión que hemos
tomado jamás.
Nuestro hijo avanzó de tal forma que
muchos de nuestros miedos iniciales desaparecieron con el tiempo. Consiguió
hablar con normalidad, lee de forma extraordinaria, escribe, hace operaciones
matemáticas, juega con sus amigos, hace natación y juega en un equipo de
fútbol, disfruta de cualquier película, cumpleaños, etcétera, no aletea, no
anda de puntillas, es cariñoso y feliz. Tiene cinco años y asiste a clases en
su curso en un colegio público normal, ni en nuestros mejores sueños hubiéramos
pensado que iba a conseguir salir de un pozo tan oscuro y profundo como en el
que una vez estuvimos inmersos.
No sé si necesitará más terapia o más
ayuda en el futuro, pero ahora estoy seguro de que gracias a ABA, a La Pieza
del Puzzle y en especial a Ingrid, Paloma, Manuela y compañía tendremos el
apoyo que necesitamos. Conozco a muchas personas que están viviendo lo mismo y
a todas les he recomendado lo mismo: “Puedes creerlo o no pero, no pierdas el
tiempo, prueba la terapia ABA y en unos meses tú mismo te darás cuenta de si
has acertado”. Todos me lo han agradecido.
Carlos Santiago