Para hablar sobre mi experiencia como terapeuta, debo
remontarme a mis años en la universidad. En segundo de carrera me ofrecieron hacer prácticas en un
centro de Barcelona llamado Planeta Imaginario. Hasta entonces para mí, el
Trastorno Autista era desconocido, exceptuando alguna clase de conceptos
básicos, en alguna asignatura de psicología o trastornos del lenguaje.
Inicie mi primer contacto en el año 2000/01, a través de
un curso de extensión universitaria sobre Trastornos del espectro Autista, en
que durante todo el año se realizaba una
formación tanto teórica como práctica sobre intervención en terapia ABA.
Mi primera experiencia fue sorprendente, tanto por las
características del trastorno en si, como por la todo lo que implicaba aplicar una terapia conductual. Aun así, no tarde en darme cuenta de la efectividad de
la misma. Era realmente impresionante como los niños iban aprendiendo,
integrando nuevos conocimientos, nuevas habilidades, reduciendo esas conductas
disruptivas, conectando cada día más y más con la gente y el mundo que les
rodea. Llegando a adquirir un buen
lenguaje, que les permitía expresar emociones, deseos e inquietudes con total
naturalidad.
Al finalizar el curso, tuve que volver a mi ciudad natal,
pero me traje conmigo parte de esa experiencia que tanto me había aportado.
No fue hasta pasados unos años, que me surgió la
oportunidad de iniciar mi labor profesional como terapeuta de niños con TEA. No
dude ni un instante, hice maletas y me volví para Barcelona.
Durante todos estos años, he estado colaborando con
distintos centros (F.I.P.A, Educa’m, IDAAP, Batega, Teayudo…) realizando
intervenciones terapéuticas a muchos niños, cada uno de ellos distinto al
anterior. Aprendiendo de ellos día a día,
siendo para mí, “mis mejores maestros”.
Dentro del Autismo, la evolución de cada niño es distinta,
y está condicionada por muchos factores.
Cada niño tiene una serie de fortalezas y debilidades diferentes de las que
pueda tener otro, aunque ambos estén dentro de un mismo diagnóstico. En mi
experiencia, he visto un poco de todo: niños con pocas habilidades, que han iniciado una
intervención temprana y que han ido
evolucionando de manera sorprendente hasta
llegar a alcanzar habilidades propias de su edad, y otros en los que el
aprendizaje ha seguido otro ritmo. Os comento esto, para remarcar la
importancia de un PEI (Programa de Educación Individualizada),
ya que cada niño es único y no sirve de mucho aplicar programas estándar con
ellos.
No hay que olvidar también que para que un tratamiento
logre los objetivos planteados, es importante un trabajo multidisciplinar, donde el
intercambio de opiniones y puntos de vista de los distintos profesionales, haga
de la terapia un éxito.
Por ultimo remarcar que para un buen avance de la
terapia, es fundamental también la coordinación de la familia, el cole, los
terapeutas, y todas aquellas personas que rodean al niño. Solo así “caminando
juntos hacia un mismo objetivo alcanzaremos el éxito”.
Olga Solé Cerdà