La primera vez que oí hablar sobre el método
ABA fue a la madre de uno de los compañeros de clase de Fabio. A pesar de que
ella me hablaba ilusionada y esperanzada, yo la oía desde el escepticismo. Algo que aprendí pronto del autismo, de la discapacidad y sus tratamientos es que va acompañado de importantes sumas de
dinero. Éstas se adornan con frases con las que dan a entender que lo más
importante es la atención hacia el niño y no el dinero, y cuanto más dinero hay habrá más atención y tratamiento, después va el niño y sus
necesidades. Mi conclusión antes de terminar de oírla, fue que ABA era una más
de las muchas opciones que fui descubriendo poco a poco.
Esta conversación fue a primero de curso, donde a pesar de haber obtenido plaza en un aula de referencia, las
atenciones a los niños TEA eran prácticamente nulas. Esto se debe a que la especialista
designada no tenía ni experiencia ni conocimientos para tratarlos. Al
final del curso me volví a cruzar con esta madre y su hijo, y al pasar junto a nosotros
el pequeño dijo “Hola Fabio” yo me quedé impactado al comprobar su avance. Este
niño en clase había estado tan limitado en sus atenciones como Fabio y cuando
lo conocí presentaba una mayor dificultad que Fabio en cuanto a la
comunicación. La gran diferencia entre ambos durante todo el curso había sido ABA,
uno había estado recibiendo tratamiento por terapeutas ABA y el otro no.
Fue en ese mismo momento cuando tomé la decisión de que, dentro de nuestras humildes posibilidades, Fabio tenía
que recibir terapia ABA.
Durante los últimos seis meses, Fabio ha estado recibiendo esta terapia en casa. Esto me parece muy
importante ya que el niño se acostumbra a comportarse según sus indicaciones
en un terreno que le es conocido, y no en uno determinado que pudiera
condicionar su comportamiento de antemano.
El avance en Fabio ha sido paulatino pero
constante, observándose una diferencia considerable en estos seis meses y una gran mejora en todos los aspectos. Ahora que los padres hemos empezado a entrar
en las sesiones, es cuando de verdad estamos comprobándolo y a la vez
aprendiendo para formar parte activa de la terapia y adoptarla para nuestro día
a día.
Yo seré el primero en entender el
escepticismo de quien nunca haya probado ni oído hablar sobre esta metodología, pero sin ningún otro interés que no sea la mejora de mi hijo, recomendaría y
animaría a otras familias a que el tratamiento que elijan para su hijo sea con
terapia ABA. A pesar de estar empezando con esta terapia, he visto en estos seis meses un beneficio para mi hijo y su entorno, y no sólo en su
compañero de clase.
Juan Antonio Piñero