Una de las conductas que más preocupa a los padres, es cuando su hijo/a pega y/o muerde, bien sea a sí mismo/a, a sus iguales, e incluso a los adultos.
Muchos niños responden a la frustración a través de puñetazos, cabezazos, arañazos, mordiscos, etc..., este comportamiento, puede considerarse normal, máxime cuando no hay en el niño/a un desarrollo del lenguaje que le permita expresar lo que siente, pero es tarea de la familia, que dicha conducta no se convierta en algo habitual.
La frustración por no poder expresarse, puede ser una de las causas, pero no la única, es importante, cada vez que ocurra una agresión, que seamos capaces de averiguar, ¿qué es lo que persigue el niño/a conseguir con dicho comportamiento?, ¿llamar la atención? ¿evitar realizar algo que no le gusta?, etc...
En análisis aplicado de la conducta (ABA), nos enseña que hemos de saber:
- el antecedente que desencadena la conducta
- qué es lo que la mantiene, es decir, que consecuencia se obtiene con esa conducta
Así, si sabemos que el niño pega para conseguir algo, lo que menos debemos hacer es facilitar que lo consiga. Por ejemplo: si agrede para conseguir atención, no debemos dársela, si quiere algo que en ese momento no puede conseguir, no dárselo para evitar que continúe pegando, si lo que quiere es no hacer algo, no puede evitar hacerlo si pega, etc...
Veamos cuales son las pautas para intervenir y redirigir estas conductas:
- Mantener la calma
- Evitar que el niño/a consiga lo que quiere a través de las conductas de agresión.
- Sin verbalizar nada, hacer restricción física al niño/a para evitar que se haga o pueda hacer daño
- Si la conducta agresiva no remite y aumenta: Redirigir a otra conducta alternativa que podamos premiar, ignorando y evitando hablar de lo que está ocurriendo.
- Cuando el niño/a ya está calmado/a, volver al desencadenante y enseñar una conducta adecuada para esa situación que reforzaremos, dando ahora sí, lo que buscaba el niño/a con su agresión.
Para cualquier duda, consultad con un profesional cualificado.